28 junio 2005

de Vehículo a Bus Urbano


Despues de tener 6 meses de trasladarme a todos lados en bus urbano, creo que ya estoy curtido de todo lo que veo a diario, esto me sucede a mi y a todos los que en algún momento dado nos acostumbramos a tener un vehiculo, en mi caso la verdad es que mi esposa lo utiliza para ir a dejar al colegio a mi hija, esto en áras de la economía, aunque no se que tan economico me este saliendo pero bueno. Via internet he puesto varias denuncias en la PNC y en comité29, sobre las dos mujeres y tres hombres que suben en la parada de bus que esta sobre la calzada Roosvelt y enfrente de un conocido supermercado, ellos buscan casi siempre la ruta 40R, y mejor si va llenisima, y en la apretadera me he dado cuenta como le abren las bolsas a las mujeres y roban teléfonos celulares, pero uno se acobarda como para tomar alguna acción. Si fueramos solidarios unos con otros para tomar acciones al respecto creo que las personas que se dedican a este tipo de hecho lo pensarian más de una vez. ¿Será que esta descomposición social que vivimos tendrá solución?, o será la falta de políticas sociales, aunado a la voluntad política para llevar a cabo las mismas?, es increible que todos estemos resignados a vivir día a día esta situación, poco falta a mi criterio para que el vaso se rebalse y exista algún tipo de movimiento social que haga reflexionar a nuestras autoridades, ojala y no.

27 junio 2005

Desesperación

Participando en un curso, tuve la oportunidad de conocer a una persona que expreso una desesperación, que me dejo frio, todo por causa de varias situaciones que le aquejaban al mismo tiempo a tal punto de pensar lo peor. Para mi compañerita, piensa en mañana.

Estaba desesperada… ¡no podía más! Nunca tuve una casa, ni un hermano, ni siquiera un amigo. Y sin embargo esperaba… esperaba en aquel cuartucho de hotel, sucio y frío. Ya ni siquiera pedía que me quisieran; me hubiera bastado alguien a quien querer yo. Ayer, cuando perdí mi trabajo, me sentí de pronto tan fracasada, tan inútil. Quería pensar en algo y no podía; sólo una idea estúpida me bailaba en la cabeza: "no vas poder dormir… no vas poder dormir". Fué entonces cuando se me ocurrió comprar el veronal. Seguramente las calles estaban llenas de luces y de gente como otras noches, pero yo no veía a nadie. Estaba lloviendo, pero yo no me di cuenta hasta que llegué a mi cuarto tiritando. Hasta aquel pobre vaso en que revolvía el veronal tenía rajado el vidrio. Y la idea estúpida iba creciendo: "¿Por qué una noche sola…? ¿Por qué no dormirlas todas de una vez?". Algo muy hondo se revelaba dentro de mi sangre mientras colocaba en el vaso el tubo entero; pero ni un clavo donde agarrarme; ni un recuerdo; ni una esperanza… Una mujer terminada antes de empezar. Había apagado la luz y sin embargo cerré los ojos. De repente, sentí como una pedrada en los cristales y algo cayó dentro de la habitación. Encendí temblando… Era un ramo de rosas rojas, y un papel con una sola palabra: "¡Mañana!" ¿De dónde me venía aquel mensaje? ¿Quién fue capaz de encontrar entre tantas palabras inútiles la única que podía salvarme? "Mañana". Lo único que sentí es que ya no podía morir esa noche sin saberlo. Y me dormí con la lámpara encendida, abrazada a mis rosas, ¡mías!, las primeras que recibía en mi vida… y como otra palabra buena calándome como otra lluvia: "¡Mañana, mañana, mañana…!"

. Los Arboles mueren de pié: Acto primero. Escena 17. Alejandro Casona.

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